El laberinto es un símbolo ancestral de sanación y transformación para el cuerpo, la mente y el espíritu. Recorrer el laberinto puede ser una experiencia poderosa para la persona y la comunidad. El campo energético del dibujo arquetípico, en conjunto con los giros en forma de espiral del camino, de alguna forma desbloquean, armonizan y sanan a la persona completa. Se piensa que los peregrinos en la Edad Media utilizaban el laberinto para curar parálisis del cuerpo y del alma.

Antecedentes e Historia

Varias formas de patrones de laberintos pueden ser encontradas en los pisos de iglesias en Europa, en el arte religioso del Judaísmo, el arte indígena de las Américas, en las culturas de Creta y el Tíbet y en muchas tradiciones místicas. El uso actual del laberinto está probablemente conectado con prácticas espirituales o festivales solares en diferentes culturas. Al contrario del laberinto en el que se pretende confundir a quien lo ocupa, el laberinto de un camino tiende a tranquilizar la mente y enfocar a la persona. Lauren Artress, sacerdotisa episcopal y fundadora del Proyecto Mundial del Laberinto, compara las etapas del recorrido del laberinto con las etapas en la vida espiritual—purificación, iluminación y unión. El uso del laberinto fue redescubierto sólo en la última década y hoy, a través de un proyecto mundial, se construyen laberintos en colegios, parques, hospitales, centros de retiro, iglesias, y en lugares con juegos de niños en diferentes partes del mundo.

El proceso de recorrer el laberinto calma la mente, centra el espíritu y trae paz interior profunda, inspiración e iluminación del alma. La mente inconsciente es despertada y muchas veces usted recuerda el microcosmo completo de la vida. Las heridas del pasado se transforman en sabiduría en el presente.

 “Recorrer el laberinto, es descubrir nuestro espacio sagrado interno: ese centro del sentimiento que espera recibir nuevamente un soplo de vida… 

Mientras crecemos, nuestra chispa de vida se hace más fuerte continuamente. Si ignoramos esta chispa nos ponemos sedientos y arrugados. Y si le ponemos atención, florecemos.  Nuestra tarea es florecer, convertimos en brotes maduros…”

 

(Lauren Artress, Recorriendo un Camino Sagrado: Redescubriendo el Laberinto como Herramienta Espiritual)